Jaime Franky Rodríguez*

De las múltiples tensiones presentes en la universidad contemporánea y particularmente en la Universidad Nacional de Colombia, es importante destacar aquí aquella que se produce en el encuentro entre dos compromisos que contribuyen a darle su sentido: de una parte, la responsabilidad que le asiste en la conservación de la tradición académica, el rescate de los saberes locales y la preservación del patrimonio, y de otra, el compromiso —que cada día cobra más vigencia— de procurar abrir, en el futuro inmediato, un espacio de desarrollo y bienestar para la nación colombiana, enmarcado en la asimilación crítica del mundo global actual y procurando su inserción en él.

En efecto, hacen parte de los fines que por ley le han sido asignados a la Universidad Nacional de Colombia los de: “Estimular y enriquecer el patrimonio cultural, natural y ambiental de la Nación y contribuir a su conservación”; “Estudiar y analizar los problemas nacionales y proponer, con independencia, formulaciones y soluciones pertinentes”; “Hacer partícipes de los beneficios de su actividad académica investigativa a los sectores sociales que conforman la nación colombiana”.

En ese marco general, sin desconocer otros aspectos que concurren en la compleja tarea institucional, la Vicerrectoría de la Sede Bogotá de la Universidad Nacional de Colombia acometió la formulación y adopción de un Plan Especial de Manejo y Protección, PEMP, para la gestión de su territorio, sus edificaciones y el patrimonio científico, cultural y artístico que está bajo su responsabilidad, que está indisolublemente ligado, entonces, al cumplimiento de los compromisos misionales y al sentido que tiene la Universidad, matizado este por la realidad del entorno y las particularidades del mundo contemporáneo.

Ahora bien, se debe anotar que cobró especial importancia durante la formulación del PEMP el reconocimiento de que las condiciones físicas y los espacios en los que se desarrollan las actividades académicas, especialmente las de formación e investigación, no son escenarios pasivos sino que, en cuanto propician y articulan relaciones vitales, inciden efectivamente en estas actividades y son constitutivos de los procesos que en ellas se adelantan, y que, por lo tanto, deben ser reconocidos como tales.

Así, por ejemplo, se consideró para la formulación del PEMP, que el escenario en el que se realiza un proyecto pedagógico hace parte del proyecto pedagógico. Si a esto sumamos el interés creciente en la Universidad por la formación integral y los cambios producidos en las últimas décadas —hacia la flexibilización, la articulación de la investigación, la docencia y la extensión, el reconocimiento del coaprendizaje, el trabajo autónomo y no presencial o el reconocimiento de la diversidad—, se entiende por qué fue necesaria una nueva mirada sobre el campus pensándolo ahora como aula expandida y, por tanto, generador de múltiples ámbitos para la realización de experiencias de aprendizaje.

El campus como aula expandida soporta otro de los fines de la Universidad Nacional de Colombia: “Formar ciudadanos libres y promover valores democráticos, de tolerancia y de compromiso con los deberes civiles y los derechos humanos”. Así, se busca que la Ciudad Universitaria, como patrimonio material que es, sea referente de la formación integral, no solo de la comunidad universitaria sino de la ciudadanía bogotana en general, enriquecida además con un sinnúmero de actividades académicas, artísticas, científicas y culturales constitutivas del patrimonio inmaterial e intangible de la Nación.

Para lograrlo se parte de reconocer que la institución debe ser mucho más sensible a su patrimonio y de que a partir de su reconocimiento y valoración debe ser enfática en conservarlo e integrarlo a la vida cotidiana de los colombianos, ampliando la responsabilidad que en este campo ha asumido históricamente.

En efecto, de tiempo atrás la Universidad ha preservado y custodiado los 27 edificios que fueron declarados bienes de interés cultural (BIC) de la nación, cuyo cuidado demanda de una mayor atención, y otro tanto ha hecho con un sinnúmero de colecciones científicas y culturales que hacen parte del acervo patrimonial de todos los colombianos. Se trata ahora de dar un impulso renovado para garantizar que la tarea que ha acometido se mantenga vigente y se proyecte sobre la nacionalidad colombiana que ella misma ha ayudado a construir.

Recoge el PEMP una de las improntas más significativas de la Universidad Nacional de Colombia actual: su vocación indeclinable hacia el reconocimiento del entorno y la construcción de la nación colombiana, entendiendo que estos deben realizarse a partir de la comprensión del contexto internacional y de las posibilidades de insertarnos en él, y de la posibilidad de valernos de nuestro propio conocimiento para generar el cambio y concebir el futuro, fundada en los lineamientos del proyecto moderno, es decir, de acuerdo con Immanuel Kant, sirviéndonos de nuestro propio entendimiento para salir de la “minoría de edad” sin la conducción de otro.