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“Para la ciudad es un aporte muy amplio reconocer y dignificar la vida de las comunidades indígenas”

Publicado el Domingo, 10 Julio 2022, en Divulgación académica, Destacados

La migración no es la única relación de los indígenas con las ciudades. Para entender estos nexos, el IEU--UNAL dialogó con Irene Parra García, editora del libro “Calidad de vida, buen vivir y salud. Indígenas en la ciudad: el caso de 6 pueblos migrantes en Bogotá”.

Foto: Irene Parra García

La profesora de la Universidad del Bosque destacó que esta publicación parte de un proyecto de investigación en el 2019, en el cual participaron 30 investigadores de la Universidad del Bosque y del grupo violencia y salud de la Universidad Nacional de Colombia. 

En su estudio se tuvieron en cuenta a las comunidades de Los Pastos, los Misak misak, los Wounaan, los Yanacona, los Nasa y los Kamëntšá biya, pueblos indígenas migrantes que han llegado a ciudades como Bogotá. ¿Cuáles son los principales choques culturales que ustedes encontraron en su adaptación a las urbes?

No debemos hablar de adaptación sino de inserción. El mensaje es que la ciudad debe pensar en la interculturalidad, en el sentido en que tanto la urbe como las comunidades indígenas deben entrar en un diálogo para buscar mejores condiciones de vida. Cuando se habla de adaptación se asume que las comunidades llegan y como sea deben buscar adaptarse a las lógicas que ya tiene la ciudad. 

La llegada de las comunidades indígenas es un potencial enorme para mejorar nuestra ciudad. Efectivamente, hay unas dinámicas de interacción que no son sencillas para las comunidades que podríamos llamar choques culturales en términos de usos y costumbres.

Hay unas lógicas muy fuertes sobre las cuales podemos reflexionar. Por ejemplo, el uso del tiempo, porque en la ciudad todo pasa muy rápido, se gasta mucho tiempo en la movilidad y se invierte demasiado en el trabajo y poco en la familia. Para los indígenas es muy importante el tiempo en comunidad. Esa reflexión la deberíamos hacer todos los ciudadanos, ¿En qué estamos gastando nuestro tiempo y cómo podemos mejorar nuestra calidad de vida. 

Otra situación compleja para los indígenas es encontrar trabajo, porque la ciudad demanda unas habilidades que las personas que acaban de migrar de lo rural no necesariamente tienen. Sin embargo, buscan formas de hacer esa inserción. Es el caso de los Misak, que en su mayoría están ubicados en Fontibón y trabajan en los floricultivos a la salida de Bogotá. Es una manera de llevar sus habilidades de producción agrícola al contexto de ciudad.

En el caso de los Wounaan hay conservación de la lengua, pero esto hace que no manejen de una manera práctica el español, generando problemas en procesos de acceso básico a salud y educación. Además, vienen de Chocó y el Valle del Cauca, siendo una región muy diferente a Bogotá en términos de ambiente, clima y condiciones.  

Por último, existen muestras claras de racismo y segregación hacia las comunidades en la ciudad. Es importante pensar la urbe desde la interculturalidad y cómo se está ofreciendo ese diálogo entre las comunidades y los demás citadinos.       

¿Qué tal alta es la presencia de comunidades indígenas en las ciudades colombianas?

Hay dos tipos de presencia de las comunidades indígenas en la ciudad. La más visible para los medios de comunicación y la opinión pública en general es aquella que proviene de la migración. Pero es importante tener en cuenta que muchas de nuestras ciudades son territorios indígenas, aunque no sean reconocidos por la legislación.

Bogotá es territorio Muisca y tiene dos cabildos de esta comunidad. Eso significa que las comunidades indígenas siempre han estado en las ciudades. No es un fenómeno reciente, sólo lo estamos viendo desde otra perspectiva. Lo mismo ocurre con las comunidades indígenas en Cauca cuya presencia se ve en Cali y Popayán, o el pueblo Wayuu en Riohacha. 

Vemos que estas comunidades siempre han estado allí y luego aparecieron las ciudades. Lo nuevo es que existe una migración más intensa de ciertas comunidades a territorios que históricamente no fueron los suyos y por ende recorren distancias más grandes como sucedió con los seis pueblos con los que desarrollamos el proyecto.

El pueblo Tábalo de Ecuador, también tiene una presencia importante en Colombia, especialmente en Bogotá. Entonces las comunidades indígenas siempre han estado en las ciudades. Incluso en este análisis encontramos familias Misak y Nasa  que llegaron a Bogotá hace 40 años. Estos eran casos aislados, pero por la intensificación del conflicto armado, de la violencia estructural y la falta de acceso a bienes, servicios y derechos como ciudadanos se aumentaron los picos de migración.  

Para estos pueblos y la ciudad ¿Qué significa que hoy sean considerados como indígenas urbanos?

Como académicos tenemos una deuda con analizar este proceso con mayor profundidad, porque lleva décadas ocurriendo y aún nos seguimos preguntando si vamos a hablar de indígenas urbanos o de indígenas en la ciudad. No necesariamente cuando hablamos de comunidades en sus territorios hablamos de indígenas rurales. 

Se requieren análisis más profundos. La idea es decir ¿nos parece o no que los indígenas estén en la ciudad?, o sea, ¿la ciudad es un lugar donde tiene cabida lo indígena?. Aún estamos en la discusión si el término es indígena urbano. Pero el debate de fondo es para todos los citadinos,  las dinámicas de ciudad y las políticas públicas. 

En la dinámica de las comunidades indígenas hay que trabajar por la garantía de derechos. Es mirar cómo la ciudad permite que pueblos históricamente racializados o marginalizados tengan la posibilidad de acceder a los mismos derechos que los demás. En ese caso estaríamos reconociendo la deuda histórica que existe con los pueblos indígenas y cómo la ciudad puede aportar a saldarla.       

Esto no significa que se pierdan los usos y costumbres, ni su continuidad en las ciudades. Sin embargo, en muchos casos las oportunidades a las que pueden acceder las comunidades le terminan demandando alejarse de sus costumbres y eso es perder la interculturalidad. 

Además, la presencia de indígenas en la ciudad nutre la vida de todos los ciudadanos, porque nos pone a pensar en el tipo de país y de ciudad queremos. Nos cuestionamos sobre ¿Cuál es nuestra propia calidad de vida?, ¿Cuáles son nuestros propios usos y costumbres?, ¿Les damos continuidad como bogotanos, colombianos y latinoamericanos?.

¿Cómo se perciben estos cambios de identidad y su aporte a la ciudad?

Hay que hacer énfasis en la idea de que una ciudad diversa es muy útil. Es un término que podemos traer desde la biología, la psicología, las ciencias sociales y las ciencias de la salud, porque la diversidad trae fortaleza. Entonces aumentar la capacidad de vivir en la diferencia es absolutamente  enriquecedor para una ciudad como Bogotá.

El aporte de las comunidades es enorme en diferentes términos. Por ejemplo, podemos tener versiones del turismo que dignifiquen y reconozcan sus usos y costumbres. Otro punto es la educación, muchos indígenas estudian en las universidades bogotanas y habría que ver cuáles son sus aportes. En ese sentido, la Universidad Nacional de Colombia viene trabajando con el cabildo universitario.    

Para la ciudad es un aporte muy amplio reconocer y dignificar la vida de las comunidades en la ciudad. Por otro lado, está la resignificación de la identidad, porque no se debe hablar de preservación, ya que las mismas comunidades dicen que no son piezas de museo, que deben detenerse en el tiempo. Pueden tener una cosmovisión que tenga la posibilidad de resignificarse constantemente, con libertad, garantías y al ritmo de las comunidades.    

Existen procesos de resignificación en todas las comunidades que son muy interesantes. En el caso del pueblo Kamëntšá hay una festividad muy importante en territorio que es el carnaval del perdón, para quienes viven en la ciudad, ir al carnaval es ese momento con su territorio e identidad. Esto se vuelve un hito para quienes viven o nacieron en la ciudad porque es volver a reencontrarse con sus orígenes.   

Un hallazgo muy importante de esta investigación es que la conexión de todas las comunidades con el territorio se mantiene.  Nuevamente entramos a discutir el tema de los indígenas urbanos o rurales porque todo el tiempo hay conexión con el territorio. Hay familiares que viajan y traen insumos para la medicina y alimentación tradicional, algunos indígenas sólo vienen temporalmente a estudiar y luego se devuelven. Entonces hay una constante interacción entre los territorios de origen y las comunidades en la ciudad.

Uno de los capítulos del libro es el buen vivir como apuesta para pensarse en la colectividad urbana ¿A qué se refiere?

Este es un aporte fundamental que ha hecho la intelectualidad indígena latinoamericana a la discusión en general sobre las formas de vida de todos. Previo a los 90, veníamos en una discusión sobre el desarrollo, lo que nos importaba era la parte económica. Luego, vienen aportes como el de desarrollo humano de Martha Senn, que empieza a decir que no es sólo lo económico sino que hay otros componentes. 

Después empezamos a hablar de calidad de vida, pero son los pueblos indígenas los que rompen este paradigma y llevan la discusión a otro lugar, al decir que tenemos que hablar de buen vivir. Posteriormente, se ha recogido la lógica del vivir sabroso de las comunidades afrodescendientes, que básicamente nos dicen: pensemos cómo queremos que sea la vida de las personas.

Ya no estamos hablando desde el consumo o el progreso lineal desde Occidente, sino desde la idea de identificar qué factores hacen que una persona considere que lleva una buena vida. Le damos mucho valor a otros componentes que estaban olvidados como el conocimiento y la educación; la importancia del bienestar y la vida colectiva, la relevancia de la espiritualidad y en este caso la salud mental que Occidente ha abandonado con tanta fuerza.

Las comunidades históricamente siempre nos han dicho que es un equilibrio cuerpo mente y espíritu. Lo que buscamos es rescatar ese gran aporte que hacen las comunidades indígenas a esta discusión académica sobre cómo debemos orientar las políticas públicas, la economía, cuál es el horizonte que debe tener nuestra construcción de sociedad. 

Ya no estamos en la lógica de desarrollo económico sino de buen vivir. Las personas deben habitar en dignidad, con acceso a los derechos básicos y con la posibilidad de llevar una vida psicológica y culturalmente de acuerdo a lo que ellos consideran. Es una discusión muy importante para Bogotá que tiene unas cifras bien complicadas en términos de calidad de vida, por su transporte, seguridad y otros componentes.         

¿Cuáles son las conclusiones más relevantes del estudio?

La primera, es que la ciudad no le está ofreciendo a los pueblos indígenas las mismas oportunidades que a los demás citadinos. Las comunidades llegan a Bogotá con la esperanza de mejorar sus condiciones de vida, huyendo de las consecuencias del conflicto armado, que los han afectado de manera desproporcionada. Ellos se imaginan un lugar en el que puedan acceder a salud, educación y trabajo. Pero la ciudad pareciera que no genera mecanismos para que puedan acceder en las mismas condiciones que los demás habitantes.  

La segunda, es que las comunidades están en un proceso permanente de resignificación de su identidad y de diálogo con su territorio. Esto quiere decir que su identidad está en constante movimiento como la identidad de cualquier otro ser humano. Pero están desplegando acciones con la intención de que esa identidad pueda continuar desde la lógica de su propia cosmovisión, a la vez que dialoga con lo que la ciudad les ofrece.

Por último, está el aporte de las comunidades indígenas a la ciudad, que es gigantesco. Es importante trabajar en que los medios de comunicación y la opinión pública conozcan este aporte. Visibilizar esta presencia de las comunidades indígenas, los pueblos afrodescendientes  y el pueblo gitano, es una deuda que tenemos tanto para mejorar la calidad de vida de estos pueblos como la de todos los citadinos, que se pueden ver beneficiados por la presencia de estas comunidades en la ciudad.

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    Entrevista realizada por: Claudia Sánchez Rivera y Milton Medina Ángel

    Las opiniones contenidas en este artículo no expresan la posición institucional del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia.

    • Etiquetas: Ciudad, Comunidades, Dignificar, Indigenas, Reconocer, Vida
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