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Las epidemias y la desaparición del sistema urbano europeo en el siglo VI

Publicado el Domingo, 26 Abril 2020, en Divulgación académica

Esta nota es el resultado de la búsqueda en la historia de casos como el que estamos viviendo en estos aciagos días, cuando cada noticia no hace sino confirmar que estamos frente a un momento de dislocación en lo que consideramos como civilización.

'Peste en Roma', un lienzo de Jules Elie Delaunay. Museo de Orsay

 

Fabio Zambrano P. Profesor Titular Universidad Nacional de Colombia y coordinador de la Maestría en Gobierno Urbano del IEU.

La lectura del libro de William H. McNeill (Plagas y Pueblos. Madrid, Siglo XXI Editores, 1984) me amplió el conocimiento sobre un capítulo de la historia del cual es de gran importancia tener claridad. Por una parte porque nos va a influenciar en la nuestra, como también porque nos permite entender cómo otras civilizaciones respondieron a una crisis parecida a la que estamos viviendo. El énfasis que le damos a este tema es el de los efectos en los gobiernos que causaron las pestes. 

La vida humana se ha desarrollado en un frágil equilibrio entre el micro parasitismo de los organismos causantes de enfermedades y el macro parasitismo de los grandes depredadores, incluyendo a nosotros mismos. Los primeros, los innumerables organismos minúsculos de los virus, las bacterias y las criaturas unicelulares que se encuentran en los humanos, simplemente buscan nichos para nutrirse, acción que puede producir la muerte del huésped o reacciones inmunológicas que matan al invasor, mientras que otros gestionan su estancia de manera más estable. 

Esta es la historia de la humanidad, desde el nomadismo, cuando durante cientos de miles de años se trató de evitar ser la comida de un depredador, hasta los tiempos presentes, cuando el cuerpo humano continúa acogiendo a diferentes organismos infecciosos. Así nos hayamos ubicado en el ápice de la cadena alimenticia, seguimos siendo portadores y vectores de plagas y pestes.

La sedentarización aportó la mayoría de las enfermedades infecciosas que tenemos, adquiridas por la vía de la domesticación de animales, sucedido esto hace 11.000 años. Los humanos resultan infectados por la introducción de numerosas enfermedades que afectan a los animales salvajes, como la peste bubónica, propia de roedores, la fiebre amarilla, de los monos, la rabia, de los murciélagos, y ahora el covid-19. Estas transferencias han sido una constante, con resultados catastróficos en diferentes momentos. El sedentarismo fue una oportunidad para los parásitos.

En la historia de la humanidad se han sucedido diversos acontecimientos donde los desastres epidemiológicos han cambiado el rumbo de la historia. Este es el caso del imperio romano, que padeció una serie de epidemias entre los siglos II y III de la era presente, en buena parte como resultado del establecimiento de intercambios constantes con Eurasia. Las epidemias no eran extrañas en la historia romana, cuyas tropas regresaban a la capital luego de campañas en Oriente trayendo ”plagas” que diezmaban su población. A medida que occidente incrementaba sus contactos con oriente, por la vía del comercio, las guerras y las migraciones, aumentaba la infección de plagas y pestes.

En el año 165 de la era presente una enfermedad nueva para las poblaciones mediterráneas ocasionó la muerte entre una cuarta y una tercera parte de la población. Este episodio dio inicio a una tendencia descendente de la población mediterránea que duró más de cinco siglos. Fue el cambio climático llamado “el óptimo medieval” del año mil el que marcó la recuperación demográfica. Mientras tanto, la catástrofe fue mayúscula en el centro del mundo, como se consideraba entonces a la cuenca del Mediterráneo.

Una de las causas de este declive es el rebrote de la peste en los años 251 a 266, cuando la ciudad de Roma fue golpeada con tanta reciedumbre que se reseña la muerte de cinco mil personas al día, y el flagelo se extendió a los entornos rurales, que se vieron también afectados. Todo indica que se trata de la llegada del Oriente a Europa del sarampión y la viruela. El arribo de estas dos pestilencias, una tras otra, arrasaron con las poblaciones mediterráneas hasta entonces no afectadas. 

Estas desgracias no llegaron solas y estuvieron acompañadas de disturbios civiles y las invasiones bárbaras, todo esto llenó al imperio de hambrunas recurrentes. El imperio buscó solucionar la debilidad demográfica con acuerdos con los bárbaros de instalarse en las fronteras vacías o semi vacías, a cambio del servicio militar. Era evidente la escasez de población.

El régimen imperial romano recaudaba impuestos en las áreas mediterráneas y con ellos financiaba los ejércitos estacionados en las fronteras, hasta que el desastre de las epidemias desconocidas causó el desastre demográfico mediterráneo.

Desde esos años epidémicos, entre 165 y 266, la profunda mortalidad de grandes porciones de la población del corazón económico del imperio desangró el fisco romano. Esto dio como resultado que no se pudo pagar a los soldados y los motines militares se volvieron recurrente cuando las tropas extorsionaron a la población civil para cobrar por la fuerza sus estipendios. Desde entonces se aceleró el declive económico, la caída de la población y al final el desastre del imperio. 

Con el declive de las ciudades, azotadas por los acosos militares, las guerras civiles y las epidemias recurrentes, surgió una nueva clase terrateniente, más rural, que disfrutaba de la libertad de impuestos imperiales. Los recursos eran controlados por estos potentados locales, disminuyendo el traslado de tributos a la administración central, haciéndola más vulnerable a los ataques externos. La consecuencia se conoce: el derrumbe de la estructura imperial en las provincias occidentales y la precaria supervivencia en las provincias orientales, un poco más pobladas. 

El sistema de dominación que existía en el siglo I conformado por los ejércitos, acompañado de una gigantesca burocracia, un amplio número de señores locales latifundistas, se fue convirtiendo en un sistema muy costoso, que llegó a ser insostenible, cuando los efectos de las epidemias se dejaron sentir en los siglos II y III. El resultado de esto fue la crisis definitiva del imperio romano, de la ruralización de su población, del abandono de la ciudad y de una crisis demográfica que duró siete siglos.

En la historia se ha registrado estas enfermedades, pero lo que no teníamos era la dimensión de las consecuencias en el declive del mundo mediterráneo y en la forma como se desarrolló la historia europea. Las consecuencias políticas, económicas y culturales del micro parasitismo en el mundo mediterráneo, la decadencia de las ciudades, las invasiones bárbaras, la migración de los artesanos al campo, la pérdida de conocimientos acumulados, inclusive la lectura y la escritura, dieron origen a la imagen de que se entraba a la Edad Oscura, al oscurantismo, como se denominó a la Alta Edad Media. Recordemos que los estragos fueron más pronunciados en el imperio urbanizado que en la tribus rurales. 

Hay historiadores que señalan que el ascenso del cristianismo en estos siglos resultó de la atracción que ejerció esta doctrina en las atribuladas poblaciones que veían que su mundo se desmoronaba y que la muerte campeaba por todos lados. El cristianismo ofrecía compasión con los desvalidos, ayuda a los necesitados y apoyo a los que sufrían, cosa que las religiones “bárbaras” no lo hacían, y, en especial la seguridad que en otra vida se iba a recibir las recompensas a los sufrimientos.

Este fue el origen del feudalismo. Como bien lo define Henry Pirenne, “El sistema feudal es tan sólo la desintegración del poder público entre las manos de sus agentes, que por el mismo hecho de que poseen cada uno parte del suelo se han vuelto independientes y consideran las atribuciones de que están investidos como parte de su patrimonio”. Fue la ruralización europea lo que siguió desde el siglo VII al maravilloso mundo urbano, con todo su esplendor de cientos de ciudades y la activa vida pública que existía entonces. Roma fue un imperio urbano.

No fue la primera vez, ni será la última, en que las plagas se convierten en el causal de transformaciones profundas en la historia de la humanidad. De pronto conocer la historia nos evita tropezar en el presente, aunque esto no le ha servido de mucho a Europa para transitar de tropiezo en tropiezo de manera constante.

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    • Etiquetas: Coronavirus, Covid 19, Epidemias, Historia Urbana, Imperio Romano, Sistema urbano
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